DE TOLIMANEJO A VILLA DE COLÓN
En Tolimanejo, los
conquistadores españoles, alrededor del 1550, solicitan espacios para la cría
de ganado y agricultura, quedando establecidas las porciones de tierra que más
tarde sería el inicio de las haciendas el Zamorano, Ajuchitlán y Nuestra Señora
de la Buena Esperanza. En el caso de Ajuchitlán, en 1547, el Virrey Antonio de
Mendoza otorgó un sitio para ganado mayor al oidor Gómez de Santillán y a
finales del siglo XVII ya existía la Hacienda de Nuestra Señora de la Buena
Esperanza, siendo su propietaria la señora Juana Tello de Aguirre.
En las siguientes
líneas me referiré a tres ex Haciendas: Ajuchitlán,
Nuestra Señora de la Buena Esperanza y El Lobo. De la Hacienda de
Ajuchitlán, originalmente dedicada a la explotación minera y posteriormente
reconocida, a nivel nacional, por su producción de trigo. Además de abarcar
otras haciendas como el Rosario, El Gallo, Santa Rosa, San Martín, Salitrera,
El Potrero, Panales, Gudinos (estas últimas pertenecen a Tolimán). Además de
los personajes que fueron propietarios como el Capitán Pedro de Solchaga y el
Conde de Regla Don Pedro Romero de Terreros.
La Hacienda de Nuestra
Señora la Buena Esperanza (nombre original) por la importancia histórica que
representa; visitada en el año de 1803 por el Barón Alejandro de Humboldt y
donde, su insigne benefactora, Doña Josefa Vergara dicto su testamento en el año de 1808. Dicha
hacienda incluía las de El Blanco, La Peñuela, Galeras, Urecho, Viborillas y
San Vicente, es decir un tercio del actual territorio municipal.
Y por último, la
Hacienda de el Lobo, porque la mayoría de las comunidades de la parte alta y
media se formaron a partir de las actividades propias de la Hacienda, como el
cuidado del ganado, el trabajo como medieros en las tierras de cultivo del
valle del Lobo o el cuidado del canal de más de cincuenta kilómetros que los
abastecía de agua. La formación del actual territorio colonense
está ligado al reparto de tierras de las grandes haciendas: El Lobo
(actualmente en el Municipio de El Marqués), Ajuchitlán y La Esperanza.
El tema se centra en
responder a las interrogantes por el origen, formación, actividad
económica, propietarios; haciendo un
recorrido histórico y dando un panorama general de dichas haciendas. Hago
énfasis en la riqueza del tema y la oportunidad al seguir escudriñando el
pasado y ser precursor del contacto de las nuevas generaciones con los orígenes
e identidad de sus comunidades. El estudio no se agota, al contrario,
constituye el punto de arranque para el acercamiento a las costumbres,
tradiciones, organización, distribución material, temas relacionados con la
Hacienda.
HACIENDA DE AJUCHITLÁN
En Náhuatl es
Xochitlán posterior a la conquista se
llamó Juchitlán, y con el paso del
tiempo se le antepuso la A y significa
“Lugar donde abundan las flores” o “Campo de Flores”.
Fue propiedad del Capitán Pedro de Solchaga, en 1687,
siendo un latifundio formado por otras haciendas como el Rosario, el Gallo,
Santa Rosa, San Martín, Panales, Gudinos, Salitrera y el Potrero. Y otros
pequeños ranchos como San Martín, los Benitos, el Carrizal.
En el año de 1750,
llega a este lugar Don Pedro Romero de Terreros “Conde de Regla”, de origen español,
quien adquiere la propiedad, siendo una hacienda de beneficio de explotación
minera de oro y plata, llamadas minas de Juchitlán
y que ahora son conocidas como las
minas de San Martín, el mineral
extraído en bruto se procesaba en la hacienda, el oro y plata, se enviaban a la
Ciudad de Monterrey. En 1777, se accede a la petición del Conde de Regla, sobre la adjudicación de un
terreno para la mina de Ajuchitlán.
El conde de Regla
vende la Hacienda a Pedro Echeverría
que continúa con la explotación de las minas, durante este tiempo, entran en
pugna liberales y conservadores, abundando los asaltos y el bandidaje y como
consecuencia la baja en la producción. Ante tal situación, Pedro Echeverría
vende la Hacienda a Don Pedro Gorozpe, el cual deja la
actividad minera para dedicarse a la agricultura y ganadería. Fue en esta época
cuando se le antepuso la “A”, pues antes era Juchitlán. Don Pedro manda la construcción de varios pozos que eran
utilizados para regar las tierras de
cultivo, logrando que la hacienda prospere y que fuera reconocida por su
volumen de producción de trigo.
A su muerte, en el año
1918, se repartió de la manera siguiente: Ajuchitlán, Salitrera y el Potrero
para su hija Luz; el Rosario para la Sra. Guadalupe, casada con el Sr. Luis de
la Sota; la Sra. Dolores solo heredo una pequeña fracción llamada el Tecolote,
pues el Sr. Gorozpe nunca acepto como yerno al Sr. Amado Guadarrama, pero su
cuñada la Señorita Luz le dio todo el poder sobre su herencia, es decir,
Ajuchitlán, Salitrera, el Potrero, el Gallo y Santa Rosa lo heredo Don Pedro,
San Martín y Gudinos Don Ignacio. El escudo era de esta forma:
El Sr. Guadarrama, al
morir el Sr. Luis de La Sota Gorozpe, hijo del matrimonio del Sr. Luis de La
Sota y la Sra. Guadalupe Gorozpe, queda de albacea de la Hacienda de El Rosario
(desde luego tanto Ajuchitlán y el Rosario ya eran pequeñas propiedades)
El Sr. Guadarrama
vende primero al Sr. Juan de Alba, quien estuvo unos meses como dueño; después
de algún arreglo entre el Sr. De Alva y el Sr. Guadarrama, pasa la propiedad a
manos del Sr. Coronel José García
Valseca. En 1949, el coronel Valseca le compra la Hacienda en 1 millón de pesos
plata, para dar cumplimiento a la orden de gobierno, es entregada la dotación
por resolución presidencial al Ejido Ajuchitlán. En 1937 se filma
la película “Adiós Nicanor”.
Don Arnulfo Cabrera Vásquez describe sus vivencias de esta hacienda: Nací el 7 de Diciembre de 1921, a la edad de
cuatro años, el primero de mayo de 1926 llegué a la Hacienda de Ajuchitlán, mi
papá, D. Arnulfo Cabrera Molina, recibe en este año la administración general
de la Hacienda con sus demás componentes como Salitrera y el Potrero; a la edad
de 12 años regresé a vivir a Colón, estudié en la capital, años más tarde, en
1941, el Sr. Guadarrama le propuso a mi padre regresar a administrar la
hacienda que en ese tiempo era una pequeña propiedad; para esas fechas tenía 20
años y poseía un camión de estacas, con el que fletaba lo que producía
Ajuchitlán. En 1966, siendo Ajuchitlán propiedad de de Secretaria de
Agricultura y ganadería, regrese como encargado de la finca, ésta se componía
de la construcción que el Coronel José
García Valseca había remodelado, aprovechado lo que eran las
caballerizas, pues el árbol, que actualmente está en el jardín pertenecía a los
corrales, donde está el comedor con cristal con vista a la huerta, el ante
comedor y la cocina era una troje de dos naves y todo el norte donde se
encuentran unas recamaritas, eran las caballerizas. Lo que en la actualidad son
las recamaras principales, la componían la capilla, la sacristía y pequeñas
bodegas. Donde está la puerta principal, que existen unos poyos, era todo
techado y para la parte norte, la entrada a la capilla y en la parte sur había
un campanario con tres campanas de regular tamaño, el piso es el mismo (nada
más aquí, pues lo conocí desde mi niñez)
La reja que cubre la entrada la trajo el Coronel del D.F. pues la
anterior, de la que guardo una fotografía del año 1931, (FOTO HDA. AJUCHITLÁN) era distinta. Ajuchitlán era una hacienda
muy productiva, pues era autosuficiente en todo. Por ejemplo: el número de
ganado era muy numeroso, tanto en equinos, bovinos, caprinos, ovinos y asnal.
Los equinos, cada año, a principios de enero, los concentraban en grandes
corrales que existían al oriente de la finca; con el objeto de marcar (o
herrar) a las crías. A la demás caballada
de un año y medio sólo se le cortaba el crin y parte de la cola, a esto le
nombraban tarja; a los sementales sólo se les revisaba que no estuvieran
enfermos o con alguna herida infectada por las peleas entre los mismos
caballos. Todas estas faenas se desarrollaban durante dos semanas y para esto
se invitaban a algunas personas de Colón que les gustaba lazar.
Esto, como otras actividades, era para todos como fiesta… herrar: era
con un hierro al rojo vivo plantado en el animal. De la misma forma se hacía
con los bovinos; un poco después de haber terminado con los equinos, los
animales eran traídos en pequeños grupos por los vaqueros y el caporal. Los
vaqueros eran personas muy de a caballo.
El caporal era el jefe supremo, su nombre era el de Don Tomás Ordaz, su segundo
Don Cresencio Flores; vaqueros; Los hijos de Don Tomás: Manuel, Victoriano y
Antonio, los hijos de Don Chencho: José, Fidencio y Ricardo, Manuel Nieves y
Narciso Hernández. Los caporales como los vaqueros, tenían asignados “por lo
regular” tres caballos por persona, pues aunque se turnaban, trabajaban los
trescientos sesenta y cinco días del año, de seis de la mañana a seis de la
tarde.
Los miércoles de cada semana, a determinada hora, se escuchaba el tañir
de una de las campanas (había en la Hacienda un campanario de regular tamaño)
para que acudierán a lo que se nombraba ración: una cantidad de maíz y otra de
frijol y si querían olotes para cocinar los podían llevar, éste era el trabajo
de la esposa o de algún familiar del mediero, los que tenían aún algo de la
cosecha no acudían, pues esto era como un prestamo que pagaban al levantar la
cosecha.
Los primeros días de febrero, todos los medieros, acudían a recibir su
yunta fuera de bueyes o mulas, se las entregaba lo que le llamaban “apero”, que
consistía en un yugo, un arado con reja, timón, barzón y dos coyundas; para las
yuntas de mulas: un arado, dos collares y unas cadenas. Esto era un verdadero
espectáculo, ver como cada mediero reconocía la yunta con la que había
trabajado, cabe recalcar que desde ese momento el mediero era responsable de
los animales… había unos como corrales donde tenían el rastrojo que sería el
alimento para sus yuntas.
En las tardes, después de sus labores, hombres y mujeres (más mujeres)
acarreando el agua, era un ir y venir dando un espectáculo maravilloso. Era
también bonito ver los montones de maíz, los cuatro medieros, que eran vecinos
en sus tierras, se juntaban para vigilar el fruto de su trabajo, para esos días
ya habían entregado a la Hacienda sus yuntas. Me gustaba ir a la partición, se
recogían las mazorcas de mayor tamaño para llevar la contabilidad, la medida
era un armazón de acero cubierto con piel de bovino. Cada vez que los que
tenían a su cargo dicha medida, gritaban al vaciarla al piso ¡TORO! Y el que llevaba la contabilidad, respondía ¡MAZORCA!
Lo que les correspondía a los medieros se lo llevaban en unos carros de mulas
hasta sus casas.
El último día que se hacían las
reparticiones le nombraban conbate, adornaban los carros y a esos medieros les
tocaba la comodidad, mole, barbacoa y desde luego, sin faltar, el pulque. Los
sábados, era el día en que se rayaba (por la tarde) en efectivo a todos trabajadores. La
Hacienda, siempre protegió a su gente para que no les faltara para comer y
vestir. En Ajuchitlán, el Rosario y todas las demás, no había Tienda de Raya;
pues desde principios del siglo veinte siempre fueron las tiendas de
particulares, desde luego pagaban renta por el local donde tenían sus negocios,
recuerdo algunos de los dueños de los comercios: En la tienda anexo a la finca el
Sr. J. Jesús Olvera, Don Primitivo Obregón, Don Francisco Cabrera, la Sra.
Camila Briones, Don Sixto Bermúdez, Tomás Cabrera, J. Jesús Galván. En la
Hacienda del Rosario Agripina Montes y otros… como un español Don Fidel Pérez.[5]
HACIENDA DE LA ESPERANZA FOTO HDA. LA ESPERANZA
Originalmente llamada
Hacienda de Nuestra Señora de la Buena Esperanza, en tiempos previos a la
Independencia de México. La fecha de su fundación no está delimitada, debido a
que los escritos y documentos legales que los confirman fueron destruidos en la
época de la Revolución Mexicana.
En 1695, fue propiedad de Doña Luisa Catarina
de Aguirre y Tello.[6]
En 1739, la hacienda fue propiedad de Don José Martínez de Lejarza, como se
cita en la sentencia del concurso de acreedores de la
hacienda.
Según la tradición
oral, el origen de la comunidad de La Esperanza data desde tiempos anteriores a
la Independencia de México; el asentamiento de un grupo de personas denominado
“Cuadrilla de la Virgen de la Esperanza” localizado a los alrededores de la
mina de “El Iris” al noreste de la actual comunidad; dio pauta para el inicio
de la construcción de una Casa Hogar para gente de escasos recursos y
menesterosos, que se realizó bajo la protección de la Sra. Doña Josefa Vergara.
Esta hacienda fue
visitada por el Barón Alejandro de Humboldt el día 4 de agosto de 1803, según
lo menciona en el ensayo político sobre el reino de la Nueva España y al
referirse a la importancia económica que para el desarrollo de estado
representaba esta hacienda y a la elevada productividad de sus tierras dice lo
siguiente: “La fecundidad del tlaolli, o
maíz mexicano, es mayor de cuanto se puede imaginar en Europa. Favorecida la
planta por la fuerza del calor y la mucha humedad, se levanta hasta dos o tres
metros de altura. En los hermosos llanos que se extienden desde San Juan del
Río hasta Querétaro, por ejemplo, en las tierras de la gran hacienda de la
Esperanza, una fanega de maíz produce a veces ochocientas; algunas tierras
fértiles dan unos años con otros tres a cuatrocientas. En las inmediaciones de
Valladolid se reputa por mala una cosecha que no produce más de 130 o 150 por
uno. En los parajes en que el suelo es más estéril, todavía se cuentan sesenta
u ochenta granos. En general se cree que el producto del maíz, en la región
equinoccial del reino de Nueva España, se puede valuar en ciento cincuenta por
uno”.
Querétaro y Tampico a
través de la Huasteca. Doña Josefa
Vergara murió el 2 de julio de 1809, por su voluntad de la hacienda y sus
propiedades aledañas pasaron a ser obras de beneficencia.
LA HACIENDA DE EL LOBO FOTO HDA. EL LOBO
Para referirme a esta
hacienda hay que hablar de un personaje: Don Amado de la Mota, indio otomí de Tolimanejo[7]
(hoy Colón), comerciante de
aguardiente; murió en Colón en el año de
1905. Amigo del General Tomás Mejía, con quien se dice, formaron una sociedad
de capitales y haciendas.
Los nombres de algunas estancias o poblados
indicaban, la abundancia de sus cultivos, animales u obras de infraestructura
como: los Trigos, las Calabazas (hoy Ejido Patria) El Coyote, Tanquecitos, El
Saucillo, El Puerto de San Antonio, la Pila y Presa de Rayas.[13]
Que además de trabajar en mediería las parcelas asignadas, se encargaban de
vigilar el buen estado del canal de cincuenta kilómetros que provenía de los
manantiales de “El Fuenteño” y “Los trigos”, localizados a las faldas del Pinal
del Carmen o Cerro del Zamorano. O, el caso de El Álamo, que originalmente se
encontraba en el fondo de una cañada y que se formó con la cuadrilla encargada
de cuidar el ganado caprino y lanar.
Hacienda El Blanco
Propiedad de María Dolores Morales.
Dolores Pérez Bolde
Hacienda San Vicente
Perteneció a la familia Niembro por tres generaciones. Los hermanos
Alfonso, Jaime, Victor y Don Jorge, quienes vendieron las fracciones que
poseían en la década de los sesenta.
Hacienda Viborillas
Fue propiedad de Dominga Cabrera, quien pertenecía a una de las familias
más prominentes de la sierra gorda durante el porfiriato (1875-1910) viuda del
General Rafael Olvera, gobernador de Querétaro de 1880 a 1884.
Perteneció a Don Alfonso Verriolópez, más tarde adquirida por Ramón
Villanueva, originario de Celaya. A Villlanueva le toco subvencionar el paso de
los ejércitos carrancistas y villistas en su camino a la hacienda Galeras,
propiedad de la familia Cosío. En los años treinta fue propiedad de Félix
Avendaño, que a su muerte fue heredada por su hijo Manuel. En 1935 se reparte
la hacienda
Hacienda el Potrero
En 1960 el administrador era José Hernández Guevara
Se localiza a 15.5 Km . de la Cabecera
Municipal de Colón, tomando la carretera estatal Colón-Toliman, desviándose
en el Km. 23, para encontrase en el trayecto
la Ex Hacienda La Salitrera, la Presa de La Soledad y la Hacienda El Potrero.
La comunidad se
localiza sobre una superficie irregular en la que predomina en forma importante
las colinas, presentando algunos tramos de meseta; a través de la cual
atraviesa un río proveniente del Pinal del Zamorano y entre los abrigos rocosos, del lado poniente,
se puede acceder a las pinturas rupestres,
en un tiempo de recorrido de media hora.
En esta frontera de la
Sierra Gorda, en el año de 1698, Fray Juan Gutiérrez (Misionero Dominico) es
asignado a realizar la Misión interina de San Juan Bautista de El Potrero, a
tres leguas de la Misión de Santo Domingo de Soriano, donde se encontraban
reducidas 86 familias de Chichimecas Jonaces. Los Dominicos explican que la
misión se erigió en ese sitio estéril y rodeado de cerros en respuesta a la
petición del protector de indios y rico hacendado Juan Martínez Lejarza, por
tener allí su hacienda y un potrero de caballada y con el fin de adoctrinar a
sus múltiples trabajadores chichimecas. [14]
Cuando la comunidad
pertenecía al grupo de haciendas, que tenían por sede principal la Hacienda
de Ajuchitlán, se le conocía con el
nombre de El Gran Rancho. [15]
En el año 1862, se le dio el nombre
definitivo de El Potrero, en honor a las principales actividades desarrolladas
en el lugar: la agricultura y la ganadería.
Propietarios de las Haciendas 1921:
Haciendas
|
Propietarios
|
Ajuchitlán
|
Amado Guadarrama y M. Guadalupe Gorozpe
|
El rosario
|
Luis Sota Larruz y M. Dolores Gorozpe
|
Santa Rosa
|
Manuel Gorozpe
|
San Martín
|
Ignacio Gorozpe
|
El Gallo
|
Pedro Gorozpe
|
Esperanza
|
José Septien
|
El Blanco
|
M. Guadalupe P. Bolde de Loyola
|
Galeras
|
Carlos G. de Cosío
|
Viborillas
|
Gregorio Olvera
|
San Vicente
|
Llano y Llano
|
San Idelfonso
|
José J. Rivas
|
Santa María
|
Pedro Septién
|
Urecho
|
C. Magdaleno Sues. María Magdalena (rancho)
|
Zamorano
|
Mota Sues. M. de la Mota
|
Estas haciendas producen maíz, frijol y granos de temporal, trigo,
productos de riego en la hacienda de viborillas y como ganaderas Zamorano y
fracciones de Ajuchitlán, las otras tienen pocos animales apenas los
indispensables para el trabajo.
[1]
José Luis de la Vega, “El valle de Alfafayucan en el tiempo”, en Superación Académica, No. 20, Sindicato Único del Personal Académico de la Universidad Autónoma de
Querétaro, 1999
[2]
AGN/Instituciones Coloniales/Regio Patronato Indiano/ censos (022)/contenedor
3/Vol. 7
4 AGN/Instituciones Coloniales/indiferente Virreinal/ Cajas
6000-6743/ Caja 6488
[5] Apuntes de Don Arnulfo Cabrera Molina, durante la entrevista en su
domicilio, con fecha 12 de Junio del 2008, Colón, Qro.
[7] Simón Miller. Formación de clase y transición
agraria en México: de la Hacienda al rancho en el Bajío, 1840-1985.
[9] Francisco Javier Meyer Cosío. Querétaro árido en
1881: una visita gubernamental a Tolimán, Colón y Peñamiller, Universidad
Autónoma de Querétaro, 2001
[10] Guillermo Hernández
Requenes cuenta de Amado Mota en su artículo La Casa de Mota, en la revista
Querétaro de septiembre de 1993.
[11] Martha Otilia Olvera Estrada. Los Tiempos del
Patrón… Danza de mil Soles. Los últimos trabajadores de la Hacienda en
Querétaro. Talleres Gráficos del Gobierno del Estado, 1997.
[12] Luis Fernando Flores
Olague. Historia de la Cuestión Agraria Mexicana, Estado de Querétaro, Vol
II. Juan Pablo Editor S.A. UAQ, México,
1989.
[14]
José Antonio Cruz, Chichimecas, misioneros, soldados y terratenientes, AGN,
2003.
[15]
Archivo Histórico Municipal de Colón. Sección Presidencia, década 1910 – 1920,
caja 8.
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