DESCRIPCIÓN DE LA PROVINCIA DE S. PEDRO Y S. PABLO DE MICHOACÁN
EXTRACTOS
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Los Chichimecas
Es una de las primeras crónicas religiosas que habla de nuestra región; cuando las Provincias de Michoacán y Jalisco eran una sola. Esta crónica apareció en el siglo XVI, 1525 – 1585; la obra fue escrita por el mexicano P. Fr. Diego Muñoz, que la escribió por 1583.
Descripción de la Provincia de los Apóstoles S. Pedro y S. Pablo, habitación costumbres, y manera de vivir de los indios infieles chichimecas, en cuya conversión han entendido y entienden religiosos de nuestra orden.
“Esta provincia de los Apóstoles es en las Indias del mar Océano en el distrito y términos de Nueva España y Nueva Galicia, diferentes gobernaciones y obispados; en el año de 1535 se fundó en custodia sujeta a la Provincia del Santo Evangelio, y el de 1565, en el Capitulo General de Valladolid, se dividió dellá en Provincia”.
Que es Chichimeca
Es nombre común entre los Indios, del que no es baptizados, y éste tiene todos los infieles que poseen la más larga y ancha parte de la tierra que hay en las Indias, abundante, en diferentes partes, de venas de plata finísima, y mucha y muy buena yerba para ganado. Es gente infiel, de bestial fiereza, andan discurriendo de una parte a otra, no sabiendo que son riquezas y deleites, como aquellos que viven desnudos,
sin cubrirse aún las partes deshonestas.
Duermen en la tierra desnuda, empantanada con perpetua sanidad; sufren mortales fríos, nieves, hambres y calores, y por ningún suceso adverso que les acaeza, se entristecen, comen carnes de venados, vacas, caballos, mulas, víboras y de otros animales ponzoñosos, y ésa cuando más bien aderezada, por lavar y medio cruda, despedazándola con las uñas, dientes y manos a manera de lebreles.
Diferencian de los Indios de paz en lengua, costumbres y disposición de cuerpo, fuerzas y ferocidad, por la mala influencia de alguna estrella; son dispuestos, nervosos, fornidos, desarbados; pueden ser tenidos por monstruos de naturaleza, porque en sus costumbres son tan diferentes de hombres, cuando su ingenio es semejante al de los brutos; son los más dellos borrachos, ladrones, homicidad, y crueles; no tienen reyes ni señores; andan juntos en manadas movedizas, partidas en cuadrillas y capitanes, grandes salteadores; no tienen ninguna ley ni religión; adoran y reverencian al demonio, los que no están convertidos y baptizados, con quien comunican, especial cosas de guerra, y cuando la respuesta les infunde animo y brio, se determinan y aventuran, y sin cobardía, dejan de dar la batalla, aunque más les insista la ocasión, cólera y apetito. Adoran ídolos de piedra y barro, de feas y horrendas figuras, a quien ofrecen abominables sacrificios, sangrándose las orejas y otras partes del cuerpo.
Sus armas
No usan arma alguna ofensiva, ni defensiva de hierro, que no lo alcancen, pelean desnudos, embijados con matices de diferentes colores, con solo arcos medidos a su estatura, labrados con pedernales, de que también son las puntas de las flechas.
Las de los españoles
Las armas que los españoles usan contra ellos, demás de las de dos cueros de toro crudios y doblados con que van encubertados, poderosos y feroces caballos hasta las corvas, son dos cotas de malla, gruesa y menuda, zaraguel o escarcela de lo mismo, cuero danta, celada acerada con dos sobrevistas de malla, espada, puñal, arcabuz, y algunos, pistolete y adarga. Llevan siempre lo peor, y tanta armadura no resiste la franca entrada que dan a la muerte las irreparables y mortales flechas de los Indios, que miradas en sí parecen frágiles y de menospreciar, porque son de caña, y puestas en sus manos no hallan reparo.
De que hacen vino
Hacen de fruta, desechas en agua, vino de mal sabor, color y olor, con que comúnmente se emborrachan, que, mixturándole ciertas raíces, cobra grandísimo vigor y fortaleza, y estando borrachos, dan infernales aullidos y voces.
Habitación
Su común habitación en invierno es en las sierras de horribles muelles de peñas que pan recen encadenadas, porque se van continuando unas tras otras, fragosos, enhiestos y desesperados valles, bosques muy espesosos de árboles espinosos y nocivos, cumbres altas y despeñadas, desapacibles collados, barrancas estrechas y de increíble profundidad y aspereza. Los caminos, si alguno hay, cortados y estrechos, temerosos de ver e imposibles de andar, por ser muy embarazadas con grandes peñas y saltos, inútiles de todo punto para gente de pié y de caballo, que solo se ve, lo que parece increíble, que andan por ellos los Chichimecas con la ligereza que gamos o cabras montesas.
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